RELATOS URBANOS
MARYSOL NJ


EL FUEGO ESTÁ EN EL TÓRAX O EN LA CABEZA

Cuando recuerdo algunas escenas del pasado, no puedo evitar notar que hay un componente importante de desorden. Hay ruido, a veces mucha información visual u olores intensos e intrusivos. Espacios de tránsito abarrotados de grandes bolsas de basura desbordando los límites de los tachos o dispersada en algunas calles. No todos los lugares eran así. En casa, el contraste era fuerte, quizás era el orden, o solo un espacio plagado de hábitos que yo asociaba al bienestar y que correspondía con la sensación de una supuesta seguridad familiar. Cuando llegaba a clases o al trabajo, el sentido del orden parecía intentar evitar cualquier indicio de caos o deterioro. No sé desde cuándo, pero he llegado a entender estas escenas disruptivas como cargas densas que parecen ya condiciones inevitables de mi día a día. ¿Son estas situaciones con las que convivimos, errores de un sistema perfecto que ha fracasado en su intento por ordenarse? Creo que he llegado incluso a sentirme familiarizada con esas experiencias que componen hoy buena parte de los escenarios de mi presente.

Tengo un álbum digital lleno de fotografías de situaciones que llaman mi atención. Cuando las observo detenidamente después, encuentro cosas diferentes a cómo las recordaba. Hay mucha información obvia, pero hay imágenes que me comunican más cosas solo cuando las observo bien. Me encuentro siempre, por ejemplo, con los clásicos papeles pegados en muros publicitarios o paraderos de bus. Esta acumulación de capas superpuestas ha dejado de significar un mensaje para volverse ruido y vibración. Carteles despedazados, calcomanías, grafitis o publicidad, se vuelven una superficie casi ornamental compuesta de pequeños soportes de comunicación que parecen ya no ser tan claros a simple vista. ¿Es lo opuesto a esto, una pared vacía y sin información: una superficie plana y perfecta?

Supongo que todos pueden notar esas situaciones, ¿o es que pasan desapercibidas?, o quizás simplemente queremos suprimirlas de nuestra realidad, escapar de ellas, o intercambiarlas por visiones que encajen con una imagen más acorde al mundo que queremos construir, o que quieren construir para nosotros. Ese mundo armado desde cierta miopía.

El ruido y el desorden parecen responder a una visceralidad que es quizás más honesta, menos reprimida, donde podemos gritar de rabia sin miedo a ser observados; o un lugar que se puede volver incluso completamente decadente. Creo que no me hace sentir cómoda. No me gustaría vivir ahí, pero al mismo tiempo me provoca una extraña sensación de nostalgia y añoranza.



(Texto en primera persona elaborado por Raúl Silva a partir de una conversación con Marysol NJ)


 

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