NEGOCIOS/UMBRALES
MIGUEL ANGEL POLICK


Es usual que el fotorrealismo o hiperrealismo se ocupe del brillo de las cosas simples. El virtuosismo técnico parece dejar atrás cualquier voluntad narrativa o ideológica para ocuparse de celebrar la apariencia más externa de las cosas: ventanas, automóviles, sudor, arquitectura, vitrinas que vemos al paso, objetos metálicos, etc. El deseo aquí parece orientarse a capturar las superficies del mundo cotidiano y declarar que no hay (que no debe haber) nada por detrás. Objetos que no aluden a nada más que sí mismos. Escenas que no construyen ningún significado mayor. Vistas, finalmente, del mundo tal como aparece, sin intención de criticarlo. En términos históricos, estos realismos afloraron en el norte global durante el último tramo del siglo pasado y, curiosamente, lo hicieron en el mismo momento en que la economía mundial entraba en una fase de transformación drástica que cambiaría precisamente esas apariencias del mundo industrial estadounidense, las mismas que circularon intensamente como propaganda de las virtudes del capitalismo en medio de la Guerra Fría. En tiempos de crisis, sin embargo, la apuesta fotorrealista produce resultados muy distintos.



Miguel Ángel Polick lleva estas estrategias pictóricas a un espacio social marcado por cierto abandono. No se ocupa de las ruinas urbanas o precolombinas que tanto fascinan al arte local, sino que se acerca a distintos negocios de barrio para examinar qué nos dicen sus puertas cerradas, sus espacios de anuncios, sus pegatinas. Buena parte de las pinturas se detiene en esas entradas, examina sus reflejos, reproduce minuciosamente sus mensajes espirituales o anuncios comerciales. Algunas obras ponen el acento en entender las varias materialidades que bloquean la mirada hacia el interior de los locales: puertas alquiladas como soportes para anuncios de diverso tipo; empapelados que indican un negocio cerrado hasta nuevo aviso; publicidad de marcas que distribuyen sus productos en el establecimiento; etc.



Las superficies deterioradas de estos locales contrastan con la exuberancia de las vitrinas de juguetes, aguas floridas, ídolos y peluches que parecen, más bien, completamente transparentes. Mientras que las pinturas se mueven en esas coordenadas, Polick reconstruye un tipo peculiar de muro –soporte de medidores de luz– que encontramos en muchas calles de Lima, aquí convertido en una especie de mural portátil, cargado de diversas marcas que la gente, al paso, inscribe en ellos: tags, anuncios que ofrecen servicios, stickers con personajes de la cultura de masas, restos de engrudo y papel, etc.



Acaso lo más inquietante de esta exhibición se encuentra en que no estamos ante obras que celebren el mundo cotidiano en sus apariencias externas. Hay brillos y reflejos, pero también opacidades y superficies deterioradas, que acaso podemos pensar como síntomas visuales de una crisis que no terminamos de comprender del todo. Un malestar inscrito en las cosas mismas y en sus apariencias. El encuentro entre los signos del comercio, las ofertas y demandas de servicios, los iconos pop locales y globales, junto a la sutileza con la que Polick trabaja las diferentes texturas de cada elemento a partir de sus referentes fotográficos, nos acercan a ese “realismo post-fotorrealista” del que hablaba Dieter Roelstraete hace algunos años. Una búsqueda por capturar la apariencia de las cosas simples para devolverlas a la mirada como enigmas sobre el deterioro del presente.




Mijail Mitrovic


THE EXHIBITION