Transgredir es arremeter contra lo que es sagrado dentro del orden establecido, para desmontarlo. Es no tener miedo
a ser libre de rechazar el estado de las cosas, atacándolo.
En su proceso artístico, Cristina Roca no le ha rendido ni le rinde cuentas a nadie. El pensamiento visual que
despliega, patente en cada una de sus obras, revela la conexión que guarda con todos aquellos experimentos que han
amalgamado texto e icono en el siglo XX. Su epifanía fue descubrir, tempranamente, la relación entre forma y vacío.
Las imágenes que suscita por el uso de técnicas absolutamente mixtas, en papeles de gran formato que arruga y
agujerea, o estira y plancha, pueden ser rizomáticas, o drásticamente atomizadas. Ella parece estar perfectamente en
sintonía con formas que se asemejan a esquirlas y fragmentos, y que deben ser rescatadas del sinsentido. Construir
el sentido nuevo de lo quebrado, triturado, roto y abandonado posiblemente sea clave para la definición de un credo
radicalmente subjetivo. Su arte es declaradamente apolítico, pero no deja de ser contestatario. Su lirismo es tan
auténticamente efusivo, que ha querido enraizarlo, y para ello ha cultivado intensamente una fe en la potencia de
las letras que forman las palabras, y un goce genuino en la expansividad del color, que ella dosifica
intuitivamente.
Jorge Villacorta Chávez